Una pequeña parada, junto al Pacífico de nuevo. Un paseo marítimo sacado de los ecos del pasado que recuerdan que los tiempos pasados siempre fueron mejor. Descansamos en una pequeña tasca, donde nos dan de comer “paila marina”, nos mezclamos con la neblina, los sabores y olores del lugar. El océano es inmutable, como el fuego, hipnótico, ancestral y humano.

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